VINAGRETA
Cuando
se decantan las palabras, que otrora burbujeaban en la garganta; y chispeantes
saltaban por los dientes y atravesaban
la boca ¿dónde queda el oído herido?
Lago
de aguas solitarias, nauseabundas, que despilfarran, sin descuido olores, creyéndose
perfumes.
Engaño
vil, gris añejo afirmándose perfecto,
cuando el agrio sabor carcome el cuerpo, y la ética se desparrama muriéndose de
risa.
Y
allá va, derecho como bambú pregonando sabiduría, abriendo entre el fango cual
loto, siendo solo sapo viejo.
Y se habla de muerte digna, cuando va matando
cuerpos con caricias fingidas, sin importar dolores anteriores, y la liquidez
del amor va ganando la partida.
¿Dónde
se halla el límite, tan delgado y tan sutil
entre lo que se dice y se hace, que desconcierta, se queda al borde de un abismo,
queriendo saltar la soga?
Y
se decanta, dice, los momentos, los instantes, las palabras; las llegadas y
partidas como un proceso de vino. Quizás la vida sea sedimento y se le esté oxidando los días. Al destapar la
botella, y salte el corcho, los aromas generados con el aire se ventilen, desenmascarando
lo auténtico, avinagrado y absurdo.
Y
allá va, paso corto petitero, buscando copa nueva, colocando el mantel en la
mesa; y otra botella presta, que al final quedará... como otra pobre vinagreta.