DÍA DE
CAZA
Esa mañana
Juan se vistió con ropa de caza.
Después de una noche inquieta, desvelada; de
abrir ventanas para que entre el fresco, de mirar la luna y de volver a cerrar
nuevamente los postigos, de ir hacia la cocina y prepararse una caliente tisana
de aromático tilo, tomó la decisión más importante de su vida: ir de caza para
atrapar la presa… y se durmió tranquilo.
El sol
despunta en el horizonte, los edificios se asemejan a altas montañas, y el
tendido eléctrico con su luminaria, árboles tecnificados. Juan vive en una
ciudad.
Se viste
repasando muy cuidadosamente los pasos a seguir. Ir de caza no es de todos los
días.
Sale a la
calle, sus pasos firmes se dirigen hacia la plaza céntrica, lleva el arma
guardada en su bolsillo, está seguro que, con un solo tiro matará a su presa.
Allí está
ella, despreocupada, no previene cual será su final, no se lo imagina. Inocente
víctima de un cazador organizado para tal fin.
Juan se
queda parado, mira la distancia, calcula
los metros y los pasos que le faltan para estar mas cerca. Respira
profundamente para calmar el temblor que comenzó en su mano. Y se lanza audaz y
feroz hacia donde está ella, con el arma entre sus dedos.
Solo
alcanzó a levantar la vista cuando el abrazo fue el fin de su soledad. Un beso
cerró el grito y Juan le apunta con el arma que la matará… una rosa roja.
Sucumbe el
cuerpo de la presa, el corazón partido por el certero tiro del amor afloja sus
piernas. Juan la sostiene firme. La adrenalina fluye, ella, está entre sus
brazos muriendo de amor
Juan tomó
la decisión más importante de su vida.