MADRUGADA
Y me desprendo lentamente de un hoy que quiso se mañana y se
quedó en el ayer.
Veo pasar lentamente minúsculos pedacitos de vida, otros más
grandes ruedan pendiente abajo tratando de llegar a destino, utopía quebrada
por el grito pasado. Se desliza sin sonido y el hueco de la vida no lo puedo
llenar con nada.
Vacío va quedando, mi sombra primero. Mi cama después. Le
siguen mis brazos ausentes de abrazos eternos y alocadas volteretas. Tus sueños
se perdieron tras dos ruedas que giraban hacia el destino contrario, mis sueños
se quedaron clavados entre patas y alas.
Dónde están hoy las ilusiones y los temores?
Las risas y los cantos?
Las luchas y los deseos?
La ficción atrapo la realidad, la devoró sin lástima, sin
permiso, a su antojo. Y me devuelve en esta tarde balanceándose en el aire, una
pluma blanca y el último graznido como pidiéndome un perdón que aún espero y no
ha llegado.
Y el dolor sigue golpeando como tambor.
Quiero arrancarme el dolor, y no puedo. Busco las palabras
que la sanen y no las consigo.
Ese por qué negro y la equivocación gris vienen de la mano,
bailando una daza mórbida, que contamina el aire, lo espesa hasta hacerme arder
los ojos. Oprimirme la mente confundir
mis pensamientos.
Y el grito. Ese grito que solo yo oigo, y esa mano, mi mano
que se estira para atrapar el último recuerdo, la última partícula de viruta,
antes de ser barrida y colocada en una bolsa de residuos.
Pero el egoísmo atrapa la mente y no deja ver el deterioro
del amor. La sequía de sentimientos deshidrata una espiga que había resurgido
en el desierto de la gran ciudad.
La nube huye, no se aferra a montaña alguna, ni a la playa.
No está preparada para convertirse en tormenta. Comodín del espacio terrenal.
Y me quedo con la foto, con mi pañuelo y estas ganas de
llorar.
Mañana será otro nuevo día para comenzar a armar.
Enigma.