Fluyen las palabras como lava del volcán

jueves, 11 de agosto de 2016

JAZMÍN





JAZMÍN

Como aferrándose a una juventud que ya había partido, la esperaba todas las siestas, sentado pacientemente en un silloncito de mimbre marrón claro, manchado de oscuro en el apoya-manos. En ese lugar donde sus manos arrugadas, se asían fuertemente, hasta quedar con los nudillos blancos.
Y tenso, esperaba.
Sus ojos cansados y tristes, miraban hacia la calle, el reloj en su muñeca marcaba la hora, una hora que se presentía, que ya no alcanzaba a percibir.
Ella era su sol en el ocaso de su vida. Ya la sentía venir, distinguía sus pasos, su taconear firme y el menear de su cuerpo al pasar. Y el perfume que inundaba la siesta. Era ese sublime momento, que aparentaba quedar suspendida en el aire.
Era el instante mágico, en el cual él quería atrapar toda la juventud. En ese efímero segundo ella, giraba dulcemente su rostro, y brindando una tierna mirada, lo saludaba alegremente, con una sonrisa franca. Él levantaba su mano cordial restituyéndole la cortesía.
Eufórico, disfrutaba de ese rostro cantarín. Y de pronto, como si una juguetona brisa la envolviera, ella desaparecía tras el gran jazmín. Era suficiente ese tramo para devolverle al anciano la alegría a sus ojos, y sin que nadie advirtiera, las lágrimas se arremolinaban, y una que otra incontrolable, se deslizaba por sus mejillas surcadas por el tiempo y soledad centenaria.
Su secreto. Era su secreto, nadie lo sabía, nadie lo presentía.
Una noche, una luna plateada entró por su ventana...

Como todos los días de la semana, a la siesta, caminaba hacia el lugar de siempre.

Lo había descubierto un día, en que la amargura se instaló en su corazón, y se alegró de encontrarlo. Cada día como un rito casi sagrado, saludaba a aquel abuelo, como agasajando una época pasada. Nadie lo sabía, era su secreto. Era para ella la bondad reflejada en los grises cabellos, y, en la mirada añeja, la protección, junto con los consejos no hablados, presentidos que la acompañaban hasta terminar el día, e iniciar uno nuevo, que ignoraba como se manifestaría.
Una tarde, como presagiando la ausencia, su andar se tornó tembloroso, y al llegar hasta la casa, vio con tremendo dolor, que el silloncito de mimbre marrón claro se encontraba vacío. Sus ojos se ensombrecieron, y el sol como augurando desgracia, se ocultó tras las nubes.
Siguió luego de la ausencia y el dolor de lo irreparable, el reproche. Tantas veces le quiso hablar, y tantos fueron los silencios que los acompañaron. Ya nada quedaba, solamente un silloncito solitario vacío.
Del por qué, se preguntó una y mil veces, pero actualmente era tarde, nadie respondería ahora.
Una noche una luna la miró diferente.
Y la noche con la luna le presentaron una nueva estrella, que la observaba y la seguía desde lo alto. Y, enviándole unos guiños cómplices, le hacía saber que desde allí siempre la escoltaría.
Nadie lo sabía, solamente ellos, unidos entre el cielo y la tierra por un arcoiris de estrellas.
Y en una siesta calurosa de verano, se atrevió con su tierna mano cortar un jazmín blanco de la casa del anciano, y lo guardó hasta que, seco ya, perdió el blanco puro de su color, tornándose marrón claro, como el mimbre del silloncito vacío.

Todavía está en un estuche de cristal protegiendo un recuerdo querido, como se custodia tiernamente el respeto y la amistad.

viernes, 29 de julio de 2016

DÍA DE CAZA






DÍA DE CAZA

Esa mañana Juan se vistió con ropa de caza.
 Después de una noche inquieta, desvelada; de abrir ventanas para que entre el fresco, de mirar la luna y de volver a cerrar nuevamente los postigos, de ir hacia la cocina y prepararse una caliente tisana de aromático tilo, tomó la decisión más importante de su vida: ir de caza para atrapar la presa… y se durmió tranquilo.
El sol despunta en el horizonte, los edificios se asemejan a altas montañas, y el tendido eléctrico con su luminaria, árboles tecnificados. Juan vive en una ciudad.
Se viste repasando muy cuidadosamente los pasos a seguir. Ir de caza no es de todos los días.
Sale a la calle, sus pasos firmes se dirigen hacia la plaza céntrica, lleva el arma guardada en su bolsillo, está seguro que, con un solo tiro matará a su presa.
Allí está ella, despreocupada, no previene cual será su final, no se lo imagina. Inocente víctima de un cazador organizado para tal fin.
Juan se queda parado, mira  la distancia, calcula los metros y los pasos que le faltan para estar mas cerca. Respira profundamente para calmar el temblor que comenzó en su mano. Y se lanza audaz y feroz hacia donde está ella, con el arma entre sus dedos.
Solo alcanzó a levantar la vista cuando el abrazo fue el fin de su soledad. Un beso cerró el grito y Juan le apunta con el arma que la matará… una rosa roja.
Sucumbe el cuerpo de la presa, el corazón partido por el certero tiro del amor afloja sus piernas. Juan la sostiene firme. La adrenalina fluye, ella, está entre sus brazos muriendo  de amor

Juan tomó la decisión más importante de su vida.



UNA SIESTA EN EL VALLE

















UNA SIESTA EN EL VALLE

Cuando las siestas calurosas en el valle, se hacían sentir en la cara, con aromas a viñedos y flores de tusca, nos escabullíamos por entre el borde inquieto de la acequia, rumbo al río de Aguas Coloradas.
Custodiando nuestras espaldas para no ser vistos, íbamos corriendo agachados, en fila, llevando en los bolsillos, las infaltables piedritas para jugar a la payana, casi sin respirar y con el corazón que nos salía del alma reconociendo la travesura, nos adentrábamos  por entre yuyales bajos y tuscales, hasta la orilla despejada.
Nuestros pies, rozaban el suelo, más que pisar para no hacer ruido. El crespín llamaba lastimosamente a su compañera, y nos acompañaba tramo a tramo, sin dejarse ver.
Bajo la sombra de algún chañar añoso, nos quitábamos las zapatillas, y comenzaba el juego. Cada uno sacaba como trofeo sus piedritas, sentados en círculo, y el que tenía la pajita más larga iniciaba la tirada.
Y la siesta era risa.
Siempre había algún pícaro que se acercaba a la orilla del río y le daba un puntapié al agua, como lluvia  estival nos salpicaba, y ese simple motivo daba lugar a salir corriendo alocados, tratando de tomarlo por los pies y arrojarlo agua adentro. Lo previsible, todos terminábamos mojados.
La hora pasaba, como pasaban las mojarritas tratando de tomar una que otra migaja de pan casero, vano intento nuestro de  atraparlas, eran ligeras y resbaladizas.
Era tiempo de regreso, y como quien se va, vuelve, de puntitas y en silencio, mezcla de miedo y alegría.
Ingredientes necesarios para una infancia con muchos soles.



miércoles, 8 de junio de 2016

NADA








NADA

 Fue esa tarde, de palomas en la ventana de  esa casona antigua, de café negro en la mesita  de la esquina blanca, de labios rojos recién pintados, y aroma amaderado.
Fue,  la mirada perdida en tu mirada, el temor de rozar la mano y sentir el ruido a cadenas rotas. El misterio del diálogo impersonal, el círculo que contenía las palabras, el sendero marcado por los duendes, el azar jugando a los milagros.
Fue el destino.
 Fue lo  único y fue la nada.
De tanto fue, me miro hoy desdoblada  en el espejo, mi rostro no expresa sentimiento  alguno. Me sobresalta la imagen reflejada entreabriendo los labios - quiero verte - sonido destemplado que resuena en mi habitación.
Mutismo punzante.
Ni réplica, ni objeción… ausente.
Fue esa tarde, lo único, la nada.

martes, 24 de mayo de 2016

FIERA











FIERA

Tengo con un lazo de seda  blanca atada a la fiera que guardo dentro. Lista está  para arrojarse sobre la noche que presiente vendrá.
Dejo deslizar en el aire,  el aroma tenue de la rosa, mientras mis alas facilitan la libertad de cambiar de lugar.
Lejos se siente el murmullo de tormenta.
Antes que caiga la primera gota y moje mi mejilla dejo la rosa sobre la mesa y desato el nudo.

Se abalanza la fiera.

domingo, 8 de mayo de 2016

OTOÑO







OTOÑO

Algo inexplicable atrae en la tarde de sol escaso. Quizás sea el ocre que va tapizando lentamente las sierras, o los jirones que aún quedan de un verano ardoroso.  
Me entrego, y dejo asediarme  por matices profundos, cuelgan algunas hojas movidas por el viento, refrescando sin permiso las ramas casi desnudas;   otras recostadas en sus raíces transforman su existencia en crujiente colchón.
Otoño, serenidad.
Adueñándose de los últimos latidos de semillas retrasadas,  vacía la paleta. Soledad de árboles, nidos sin sombras; me apoyo en el último verde, como náufrago; y el asombro invade mi vista ante la gama de tostados y amarillos.  
Otoño

domingo, 3 de abril de 2016

VINAGRETA











VINAGRETA

Cuando se decantan las palabras, que otrora burbujeaban en la garganta; y chispeantes saltaban por los dientes  y atravesaban la boca ¿dónde queda el oído herido?
Lago de aguas solitarias, nauseabundas, que despilfarran, sin descuido olores, creyéndose perfumes.
Engaño vil, gris añejo afirmándose  perfecto, cuando el agrio sabor carcome el cuerpo, y la ética se desparrama muriéndose de risa.
Y allá va, derecho como bambú pregonando sabiduría, abriendo entre el fango cual loto, siendo solo sapo viejo.
 Y se habla de muerte digna, cuando va matando cuerpos con caricias fingidas, sin importar dolores anteriores, y la liquidez del amor va ganando la partida.
¿Dónde se halla el  límite, tan delgado y tan sutil entre lo que se dice y se hace, que desconcierta, se queda al borde de un abismo, queriendo saltar la soga?
Y se decanta, dice, los momentos, los instantes, las palabras; las llegadas y partidas como un proceso de vino. Quizás  la vida sea sedimento  y se le esté oxidando los días. Al destapar la botella, y salte el corcho, los aromas generados con el aire se ventilen, desenmascarando lo auténtico, avinagrado y absurdo.
Y allá va, paso corto petitero, buscando copa nueva, colocando el mantel en la mesa; y otra botella presta, que al final quedará... como otra pobre vinagreta.


martes, 8 de marzo de 2016

HORIZONTE ROJIZO










HORIZONTE ROJIZO

Me dejaré invadir un día impensado, cuando el sol rojizo se decida a asomar sus brazos, sobre el plano  comienzo de una mañana.
Posiblemente; la sombra de la noche avance unida al fuego de un alma, y la soledad quede adormecida entre los pétalos de una incipiente primavera.
Se acerca el tiempo del mágico salto al abismo nostálgico, para mudar mi piel en el otro extremo.
Me dejaré invadir, se acerca el tiempo. Solo aguardo el abrazo de sus ojos a los míos, y saber que ha llegado.  

miércoles, 27 de enero de 2016

VENTURA












VENTURA
La brisa, tibia, y asombrosamente inesperada, hizo arremolinar mi corazón; inquietó la sangre y batieron alas, como antes, las azules mariposas.
La rutina, cansada, obsoleta, se diluyó en aromas nuevos. El palo santo, emergió omnipotente en el living de la casa, y me envolvió, como a Susana, su dulce fragancia.
Ya no caminan mis pies, se deslizan;  levito entre un quiero y el no.
Me entrego a la ventura del qué será.
Las valijas reposan en la cama.

Es tiempo de partida.

lunes, 25 de enero de 2016









Se acerca, entre tambores nocturnos. No tiene apuro hoy. Las sierras le hacen ecos, los relámpagos guiñan de vez en vez y ellas, las gotas, saltan desde las nubes, para jugar con el verde.
Llueve. . .
Caricia leve en un lunes vaporoso.