Sueños Rotos
Martes tres de Marzo de un año cualquiera. Repartidos por el piso, al descuido están allí: ellos mis sueños rotos.
Cada uno de ellos tiene una forma distinta. Ninguno es igual, son trozos de mi vida. Pedazos de cama vacía... de un niño suspendido en el aire... canciones no cantadas, sonrisas rotas. Cuadernos inconclusos. Viajes postergados, ilusiones agraviadas. Alegrías desteñidas, amigos alejados, mensajes no enviados, besos olvidados, abrazos contenidos. Palabras no habladas. En el centro de la habitación, latiendo lentamente un trozo rojo brillante, mi corazón hecho añicos, más allá el Amor destruido.
Siete de Septiembre de un año cualquiera. Observo la imagen. Noto que algo ha cambiado, entre tantos pedacito de sueños rotos, se agregó algo que no puedo distinguir bien. Tomo una lupa y su aumento me deja percibir con precisión lo que mis ojos no alcanzan a ver.
Una forma diminuta, sentada en una alta banqueta, apoya sus brazos sobre una mesa de trabajo. Una luz potente sale de una lámpara azul, enfocando directamente a las manos de esa forma casi humana.
Acerco mas la lupa y miro.
Es un restaurador, toma con sus dedos mis frágiles sueños rotos, y lentamente va uniendo cada pedacito, tratando de armarlos nuevamente. Si un sueño está muy dañado y falta un trozo, con un beso construye el faltante.
Tres de Noviembre de un año cualquiera. Estamos mirando al piso donde estaban mis sueños rotos. No encontramos ninguno. Todo está en órden, limpio, brillosos. Una luz azulada entra por un gran ventanal abierto, la brisa trae olor a mar.
Nuestros ojos se unen en una sola mirada. Cerramos las ventanas, corremos las cortinas blancas lentamente.
Salimos tomados de la mano, mi Restaurador de sueños y Yo.