LA MARCA
María camina con paso firme y seguro. Sus zapatos negros
golpean las baldosas grises de la plaza del pueblo. Cruza la calle y entra en el consultorio. Se
detiene, tiene calor, resbalan las gotitas de sudor por su frente mojando su
flequillo rubio. El corazón comienza a funcionar cada vez mas rápido, le quiere
saltar del pecho. La secretaria de blanca chaqueta y pollera azul la hace pasar
a una piecita pintada de color damasco, una camilla, un armario pequeño, un
escritorio y dos sillas negras. El ventilador de techo gira enviando una brisa
tibia que no llega a refrescar el rostro de María. Se desviste, una bata
impecablemente blanca cuelga de un perchero, primero un brazo… luego el otro,
ata el lazo con un nudo suave y se recuesta en la camilla, sus piernas de
adolescente las apoya abiertas, en el estribo. Es solo un segundo… solo un
segundo. Transpira María. Cierra sus ojos. Sudor o lágrimas caen…
-Es un atorrante-
Sentado en la silla
de algarrobo, con ceño fruncido y ojos despidiendo llamas de ira, el padre de
María le habla a su esposa.
-Hay que cuidar a la nena, te lo repito una y mil veces más…-
su voz resuena en la cocina, y hasta los
platos tiemblan apilados en el escurridor.
-Si ese desgraciado le hace algo, se va a acordar de mi…-
golpea el puño en la mesa y se resbala la cucharita de entre los dedos de la
esposa.
-Sos su madre controlale las bombachas, marcá en el
almanaque la fecha. Si ese atorrante lo deja embarazada lo mato a él primero,
después a ella y vos no te salvas de los tiros.-
-Una madre tiene
entregar virgen a su hija. Yo quiero al
hijo del farmacéutico como yerno…no ese desgraciado que se pasa todo el día
fumando la ganancia de su padre, con la excusa que tiene que terminar
arquitectura. Eso tiene que terminar. No es hombre para nuestra hija. Acordate
bien de lo que te digo, los mato a los tres si queda embarazada.-
Levanta la caja de cigarrillos y sale pateando al perro que
se cruza en su camino.
María atrás de la puerta escucha temblando…
María cuenta los días. Mañana son 28 días. Cierra los ojos y
siente las caricias de Juan por su cuerpo. Se amaron esa noche cuando sus
padres viajaron a la ciudad. Aun siente la respiración agitada de Juan y ese abrazo que casi la ahoga. Su
boca recorriendo su cuerpo. 29 días días… 30 días… María habla con Juan, algo
hay que hacer. Tiene que aparecer la mancha. En un frasquito de vidrio con tapa
negra coloca sangre de una gallina que mataron para el almuerzo, Juan se la
entrega a María. Con mano temblorosa
mancha su bombacha con la sangre. Su madre la controlará. 32 días… 33 días…34
días manchando algodones con sangre de algún animalito muerto para seguir con
la mentira…
La verdad la marcan 2 rayitas en una tirita mojada con
orina…
Resuena en su cabeza la amenaza del padre.
Resbalan por su cara y caen tristemente las lágrimas. María pálida se levanta,
tiemblan aún sus piernas. Da un paso y apoya su espalda en la fría pared. Olor
a flores y velas apagadas la envuelven. Un silencio la sostiene. Moja la punta
de sus dedos con agua bendita y hace la
señal de la cruz.
-Perdóname Padre, perdóname Padre-
Tiembla su cuerpo, sus ojos no ven, sus piernas no quieren
moverse. Sus manos se humedecen, cae de rodillas y un grito sale de su
garganta. Un charco de sangre la rodea. -Perdóname Padre, perdóname Padre-
Se le aproxima furioso, la toma de los hombros, la sacude
con fuerza.
-Puta, puta!!!- le grita.
Un golpe en su mejilla le hace abrir los ojos.
El rostro de la enfermera se le presenta frente a su cara.
-Quedate tranquila, en una hora te podes ir a tu casa, te
recostás en la cama y permaneces dos
días en reposo-
Toca su vientre tibio. Cierra los ojos, recuerda las
caricias de Juan la noche que se amaron.
María toca su vientre vacío.