ALAMBRE
Me sostengo de este alambre que bordea la vía de canto
rodado pequeño, matizado de grises añejos. Se lanza al aire la iracunda palabra que, arrinconada
en la garganta, empuja la lengua, abre
los labios para salir henchida de orgullo y fuerza. El silencio dejó su sonido
a puertas cerradas, y la angustia da paso a la danza que vence una nada
inexistente por un todo que abarca memorias
recuerdos y futuros anhelantes. Otoñales ocres bañan las pestañas y la
mirada horizontal, llega hasta el confín de los sueños; rotos, vueltos a armar
y pegar con nostálgico deseo de realización los guardo en esa canasta de mimbre, que
antaño guardaba los panes de miel. El vacío entre tus labios y los míos, abismo
que nos separa se llena de letras armadas, palabras que flotan sin ser oídas,
que rozan la mirada y se adentran, sin permiso y pedido de autorización en
nuestro ser. Y la soledad se hace prado florido y el desierto oro dorado. Si
hubo herida y dolor, llanto y miedo, si
la pared imaginaria se levantó en nuestro alrededor, solo faltó la calma de tu
mar, y la espuma de tus caricias para socavar los cimientos y derrumbarlas.
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