Abro el paraguas, camino hasta el borde infinito. Abajo la
distancia. Arriba inalcanzable. Separan hemisferios mis pies descalzos, mi
cuerpo leve. Una mano aferrada a la piel recorrida. Lluvia sin aguacero cae,
tapo mis oídos, desconozco la voz,
susurro interno grita atreverse. Socavando con el filo de la hoja un sendero,
para llegar hasta el corazón. Inútilmente, roca hierro acero cubre el latido,
se detiene el pulso mío y brinca enloquecido el ajeno. Perenne felicidad
entorpecida por un naufragio, seguir nadando sin ahogos. No hay ecos ante el
grito silencioso de mi boca cerrada, mueca sonriente, brillantes ojos secos. Desgajo
palabras sin ruegos, migajas de amor distribuidas en una cama sin mañana. Lejos
la penumbra anuncia el final establecido sin contrato, cerca la luz soleada
entibia una esperanza, aquí la nada casi empequeñecida por la esperanza de
querer ser. Dicotomía cíclica, si y no
amasados homogéneamente formando la incertidumbre ambigua verde dura. Se disfraza
el tiempo de arlequín danzante, baila frente al cuerpo inerte, quita el
salvavidas del naufragio, y socava el sendero del infinito. Toma la mano
rebelde y coloca un paraguas. Cierra el puño, y ata con lazos de anhelos…
Abro el paraguas, camino hasta el borde infinito…
Late el pulso mio
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