VENTURA
La
brisa, tibia, y asombrosamente inesperada, hizo arremolinar mi corazón;
inquietó la sangre y batieron alas, como antes, las azules mariposas.
La
rutina, cansada, obsoleta, se diluyó en aromas nuevos. El palo santo, emergió
omnipotente en el living de la casa, y me envolvió, como a Susana, su dulce
fragancia.
Ya
no caminan mis pies, se deslizan; levito
entre un quiero y el no.
Me
entrego a la ventura del qué será.
Las
valijas reposan en la cama.
Es
tiempo de partida.