Fluyen las palabras como lava del volcán

jueves, 18 de diciembre de 2014

EL TREN







 EL TREN               

Salió con paso firme de la Clínica, los resultados de su estudio los llevaba bien apretados bajo el brazo.
Los médicos habían sido categóricos.
Todo dependería de él, de la fuerza que emplearía para luchar contra ella.
Llegó a su casa, nervioso, nadie lo aguardaba. Miró el mensaje adherido a la heladera: la comida está en el horno, solo hace falta calentarla, un beso Milly.
Abrió la puerta, miró dentro, pollo con papas. Encendió un fósforo, lo arrimó hasta la hornalla, y cuando comprobó que se prendió, cerró con cuidado la puerta.
Se dirigió hasta la salita, se sentó en el sillón verde. Respiró profundo.
Tomó los papeles que había traído. Análisis, radiografías, estudios y más estudios, complejos, simples. Resultados, diagnósticos. Palabras y palabras. Etapas, evoluciones. Tiempo.
Tiempo. Tiempo que se acaba. Seis meses.
Seis meses... Habían pasado...
Ahora estaba frente al ventanal, sus ojos fijos sin ver, fijos en el horizonte.
Era el día indicado.
Hoy... El papel así lo decía.
 Anochecía, el sol iba perdiendo su brillo tras el bosque, dejando un resplandor azul verdoso, un olor a pino inundaba el aire, un viento fresco anunciaba tormenta.
Sus ojos seguían fijos allí, su mente estaba llena de recuerdos, y esos recuerdos volvían al presente, como una película tridimensional. Uno solo se hacía más fuerte, lo sentía  en su cuerpo cosquilleando sus entrañas.
En la esquina el bar de siempre, las mesitas, pocas, cubiertas con un fino mantel rojo, sobre él un florerito con un rojo pimpollo de rosa, dos sillas blancas y en un rincón, un piano sonaba dulcemente.
Y la espera, la espera.
Una cita de amor.
Pronto llegaría, el reloj de pared marcaba las 19,50, faltaban expectantes  cinco minutos.
Mientras sonaban las campanas de la Catedral, la puerta se abrió y su figura enmarcó la entrada.
 Estaba radiante, como siempre la había soñado y hoy, era una realidad. Venía hacia él.
La saludó con un cálido beso en la mejilla. Se sentaron uno frente al otro. Él tomó del florerito la rosa roja, la besó y se la entregó. Ella la sujetó entre sus finos dedos y sus labios besaron los pétalos que él besó.
El tiempo tirano aceleró las manecillas de la vida, no alcanzaban todas las palabras ni todas las caricias de ella. No alcanzaban los besos de él, sus manos fuertes tomaron las suyas, frágiles como para interrumpir el caer de las hojas...
Pero fue inútil ella tenía que partir.
El tiempo transitó, y se filtró entre ellos
Partió sola.
En la estación se juraron amor eterno, en la estación se prometieron fidelidad.
Se abrazaron como para ahogar tanta pasión y un fogoso beso; indestructible, advirtió el final.
Ella subió al tren y se quedó mirando por la ventanilla, en su boca se apoyaba la rosa roja, como queriendo dilatar el beso.
 Se sintió un silbato, una campana y a paso lento el tren partió.
 Ella cerró la ventanilla, llovía ya. ¿Llovía? No, eran sus lágrimas que enlutaban su vista.
El amor había perdido.
El tren partía.
Seis meses.
Habían pasado ya seis meses, recordaba él.
Seis meses del diagnóstico fatal. Seis meses de lucha.
La vida había partido, en el tren de la vida.
Con paso lento volvió a su casa. Abrió la puerta, caminó hasta su habitación, se recostó en la cama.
Un frío recorrió su cuerpo.
Cerró sus ojos, y la vio. Se acercaba como pantera en acecho, en sus labios una sonrisa.
Vestida de blanco, cuerpo esbelto, extensa cabellera negra, y negros ojos. Manos frágiles pero fuertes. Dedos largos y finos tomaron sus manos.
Se recostó junto a él. Giró su rostro y lo miró.
Un abrazo los envolvió, y lenta muy lentamente, los cuerpos se enfriaron.
Había vencido la Muerte.
                                      

                                           


 

jueves, 11 de diciembre de 2014

LA LLAMA













LA LLAMA
Desdibujo las sombras, la vela encendida danza entre blancos y naranjas despidiendo aroma a vainilla y un sutil humo trata elevarse, en vano se diluye en el  espacio. Tenue calor despide la pequeña llama. Frente a mí el espejo, frente al espejo ese intervalo que antecede  a mi figura. Imparcial observo bajo la atenta custodia de la llama de la vela, que sigue su ensayo danzarín, lo reflejado. Rostro gesticulando sonrisas programadas. Ojos parpadeando al unísono, acunados por lágrimas, algunas veces inoportunas y rebeldes, otras se tornan ingobernables, chispeantes, dulces. El cabello lacio insurrecto,  fino como lluvia otoñal. Boca deliberada, jugosa pequeña, hasta ser sometida a la prueba de repetir un Oooo largo escalonado, penetrante. Silueta lánguida con entrañas de chitta al  acecho.
Un ruido me distrae, las palabras sin sentido que despiden mis labios chocan contra el espejo - quién soy? Resuena y la llama se incorpora estilizando su forma. Soy polvo, arena, mar, loba, pez, flor y fruto. Recuerdos y promesas, gestiones y olvidos. Sufrimientos e ilusiones, realidades y mentiras.

Las sombras se refuerzan en la pared y el reflejo se aleja del espejo. Camino instintivamente hacia la puerta, la brisa apaga la llama, cae la vela. 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

ALIMAÑA













ALIMAÑA

Me enrosco entre tus piernas  como alimaña enardecida, golpea el vendaval la noche y gotas de sudor resbalan impúdicas, audaces por la línea fina perpendicular desde tu pecho hacia el ombligo. Tu rostro irradia a la luna espejándose en mis ojos, tu boca se desplaza dibujando “aquí habito yo”.
Marcamos territorio piel a piel como animales en celo, gruñen nuestras gargantas, se interrumpen las palabras, nada basta, nuca, piernas, brazos, ojos, labios.
Centímetro  a centímetro  firmamos posesión: Tuyo Mía, escribimos en las espaldas, fresco aire peligroso, diluye inevitables. Irisados y templados abandonados al último beso marca la llanura de la satisfacción.

La alimaña se muda  en dúctil oveja abrigándose entre tus brazos.