ALIMAÑA
Me
enrosco entre tus piernas como alimaña
enardecida, golpea el vendaval la noche y gotas de sudor resbalan impúdicas, audaces
por la línea fina perpendicular desde tu pecho hacia el ombligo. Tu rostro irradia
a la luna espejándose en mis ojos, tu boca se desplaza dibujando “aquí habito
yo”.
Marcamos
territorio piel a piel como animales en celo, gruñen nuestras gargantas, se
interrumpen las palabras, nada basta, nuca, piernas, brazos, ojos, labios.
Centímetro
a centímetro firmamos posesión: Tuyo Mía, escribimos en las
espaldas, fresco aire peligroso, diluye inevitables. Irisados y templados abandonados
al último beso marca la llanura de la satisfacción.
La
alimaña se muda en dúctil oveja abrigándose
entre tus brazos.
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