AGUACERO
Alguna que otra vez, y digo alguna
que otra vez y no muchas veces, el aguacero se instala en los ojos. Las
pestañas, paraguas azules, arqueadas por el rimel tratan en vano, con su
parpadeo reiterado de alejar los nubarrones que lo producen. Imposible, ya instalados,
y cómodamente ubicados entre el parpado superior e inferior, logran el objetivo
planificado, dificultar la visión y mojar las mejillas.
Alguna que otra vez, y digo alguna
que otra vez y no siempre, mis ojos amanecen nublados.
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