LA GRUTA
El lugar tiene de por
sí, ese encanto sobrecogedor, que como manto piadoso, nos envuelve en su luminiscencia.
La calma reinante es sobresaltada por el trino de
alguna calandria, el arrullo enamoradizo de palomas, como la mirada atenta y
desafiante de las urracas desde las alturas de un ciprés, que observan, la
meditación y los ruegos de los presentes.
Caminar por su
explanada de piedra en una mañana sin sol, nos lleva a visualizar
imaginariamente, fantasmagóricas imágenes de procesiones de antaño.
Un hombre repta dejando
su huella lastimosa por la escalinata, una joven deja su ramo de novia en el altar
y una abuela de andar dificultoso, se
sostiene del bastón marrón roble llevando entre lágrimas,
hasta la pared, unos escarpines de su nieto…
“-¡sálvalo Virgencita te lo ruego!-“...
y el eco de la sierra devuelve un rayo de esperanza.
Se aquieta el tiempo,
se detiene el dolor.
La paz circula entre la
piel y los huesos, y lenta, muy despaciosamente, nos adentra ese sopor
apacible.
Media hora, una hora…
no importa que giren los engranajes del tiempo.
La Tierra rota en el
espacio, las personas se movilizan en su ámbito.
Aquí hallamos las
silenciosas respuestas.
hermoso texto , feliz fin de semana
ResponderEliminarGracias Ricky...!
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