Fluyen las palabras como lava del volcán

jueves, 8 de octubre de 2015

EL GNOMO





EL GNOMO

Le llamó la atención ese punto luminoso en la pared, y, como buen gnomo curioso, se aproximó lentamente. Se paró frente a él y acercó un dedo. Tocó ese diminuto punto y al instante un trueno lo ensordeció, una fuerza tremenda le arrancó del piso, cerró fuerte los ojos, le volaban los cabellos y una de sus botas quedo en la habitación mientras ese impulso lo arrastraba por el túnel con aroma a peperina.
Cayó dentro de una lata de conservas cuando terminó ese alocado viaje trascendental, se encontró entre una niebla espesa que invadía el paisaje. Se dio cuenta que flotaba en las aguas de un tajamar.
Sintió un ruido, creyó que  el tacho-balsa había golpeado con una rama, pero se equivocó, era una cucharita de plástico que había quedado desde la última fiesta de colectividades. La tomó con la mano y comenzó a remar. Divisó una hermosa extensión de tierra y pasto y en la orilla descansaban patos y gansos, unos árboles inmensos trataban de desperezarse estirando sus ramas a través de la neblina. Siguió su recorrido hasta ver un murallón de piedra y más atrás una edificación en forma de torre con un reloj. Se acercó al borde, unas algas hicieron de ancla y el gnomo pisó tierra firme, se dirigió a los saltitos hacia la escalinata, entró por una puerta de madera marrón y sin que ningún turista madrugador lo vea, subió la escalera hasta llegar a donde el mecanismo del reloj marcaba las horas. Un vientito suave le refrescaba las mejillas rosadas, la niebla se disipaba. Con dos dedos tomó la manecilla del reloj la hizo retroceder.
Resonó el trueno una fuerza lo absorbió cerro los ojos… cayó sobre algo…abrió los ojos era su bota perdida. Regresó a su lugar de origen.

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