Fluyen las palabras como lava del volcán

miércoles, 29 de agosto de 2012

JOAQUIN PERPETUO


                                                 

    JOAQUIN PERPETUO 

Tres paredes pintadas de gris.
Una cama con un viejo y roto colchón. Una piletita y un inodoro.
Una reja hace a la vez de pared y de puerta. Una cerradura cuya llave solamente la tiene el guardia.
Joaquín mira su pequeño patrimonio. Será solamente suyo por muchos años, fue condenado a perpetua.
Observa el techo: gris y sin estrellas. El piso de cemento gris.
Su vida es gris.
      Lo visita todos los días, es una cucaracha de cárcel.
La única que pasa por los barrotes, camina rápido y decidida para llegar hasta donde ella quiere ir: los zapatos gastados de Joaquín.
Él la mira agradecido; es la única amiga, la que acaricia con sus patitas minúsculas su mano cuando se la tiende para que suba.
Su cucaracha amiga.
La espera todos los días, es puntual. Finaliza de tomar su mate cocido, y comer el pedazo de pan, y ya está ella correteando. ¿Vendrá por él, o por los granitos de azúcar que caen de la cuchara de plástico? No importa, es su compañía momentánea.
El guardia desde afuera lo observa. No comprende que alguien espere la llegada de un insecto,  una cucaracha insignificante pero repugnante a la vez.
 No comprende... Joaquín sí. Tiene perpetua. Su cucaracha es la libertad,  la que él perdió. El motivo no importa.
 Hoy, él es un marginado, un preso a perpetuidad, que morirá en su celda como una cucaracha. Como quien lo visita todos los días.
Los dos son una cucaracha. Nadie los quiere.
Hace frío en la celda, y le duele el pecho; desde la cama ve entrar a su cucaracha. No lo encuentra, no encuentra su pie, corre en círculos; sale y vuelve a entrar. Resignada pasa por los barrotes y no regresa.
El guardia los observa...
-Cucarachas repugnantes- piensa.
Pero, ¿quién... cuál?
-Aplastarlos con un pie y acabar con tanta mugre -
 Se levanta de la silla y camina hasta la puerta, mira a través de los barrotes. Joaquín con los ojos semicerrados, ve una sombra nada más que se acerca lentamente. Logra sentir, por un instante solamente, la gruesa voz del guardia...              
- Cucaracha de mierda -     
 Y el golpe mortal del botín del policía suena hueco y resuena en la cabeza de Joaquín; y una mezcla de dolor le invade el alma, y el pecho parece que le estallara.
- Las cucarachas necesitan perpetuidad, pero en el confín del mundo... - piensa el guardia.
Se aleja de la celda lentamente. Sus pasos se encaminan hacia la enfermería, llama al enfermero y le sugiere que vea al de la celda número quince, está quejándose y él no sabe que puede tener.
Cuando llega el enfermero ya es tarde, Joaquín tiene los ojos cerrados y sus labios presentan una sonrisa.
Hace frío en la celda, y Joaquín se está enfriando.
-Murió... -  dice el enfermero.
Cuando sale atravesando la puerta de barrotes empuja con un pie un insecto muerto...
-Hay que desinfectar la cárcel- comenta- este lugar está lleno de cucarachas repulsivas –.
                    

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