ÓPTICA OTOÑAL
Llueve
cadenciosamente, como las caderas de una morena caminando descalza por aquella playa
tropical.
Llueve
desde nubes grises algodonadas, ritual
que el cielo ofrece convocando vientos y pájaros resguardados.
Gotas
que salpican sin vergüenza y desoyendo insultos, a distraídos caminantes que pisan baldosas enervadas.
Marrones terrosos, grises hollinados, una salsa poco empalagosa para la ropa
del transeúnte. Saltos de acróbatas indecisos, equilibristas callejeros, hasta
coreógrafos imaginarios dirigiendo un lago de los cisnes entre charcos nauseabundos,
en veredas rotas.
Otoño,
y su garúa eterna.
Hojas
secas que ya no crujen. Huellas que se
lavan lentamente. Un papel que no vuela libremente, pegado en el tronco de un
fresno y ese silencio de paraguas.
Llueve,
brilla el asfalto reflejando luminarias tempraneras. Ausencias sin vacíos. Glorietas
sin nidos.
Árida
la tierra saborea el aguacero
No hay comentarios:
Publicar un comentario