JUAN Y SUS FANTASMAS
Juan corre alocadamente por la calle empedrada del barrio Alem.
La noche iluminada por estrellas y algunos faroles situados a los costados de
la vereda, dejan ver sombras grotescas en el suelo y las paredes.
Sus pasos, resuenan como campanas de bronce en las alturas
de alguna iglesia renacentista. Respirando entrecortadamente, transpirando
profusamente, gira su cabeza, mira hacia atrás y los ve. Lo siguen.
En el laboratorio todos están uniformados con mamelucos
blancos. Gorras y guantes níveos. Una camilla es iluminada por potentes luces,
que no dejan ver sombra alguna sobre el cuerpo acostado sobre ella, mientras
los investigadores trepan el cráneo y colocan en el cerebro electrodos
capaces producir un choque eléctrico, para
alterar el circuito de las neuronas, y cambiar los registros en la memoria. El éxito
sería lograr que olvide su nombre, y recuerde el que ellos de inducirán…..
Felipe.
Las agujas del reloj, con paso cansado, dan vueltas la
circunferencia azul. Se termina el procedimiento. Resultó todo un éxito. Ahora
a esperar los resultados neurológicos.
Dos días más tarde, los científicos rodean a Juan, sentado
en la cama de una habitación especial, cabeza vendada, mira a los hombres. Sus
ojos piden una respuesta.
Cómo te sientes esta mañana Felipe- le preguntan
Y Juan no responde, solo recuerda una calle empedrada
iluminada por faroles.
Felipe, Felipe- le repite uno de los hombres vestido con
mameluco blanco.
Siente un dolor profundo en la sien derecha. Se toma la
cabeza con las dos manos. Un nuevo choque eléctrico circula por sus neuronas.
Juan… Felipe… Juan… Felipe.
Imágenes difusas, nombres que no comprende.
Con las pupilas enrojecidas, mira a uno de los hombres y
balbucea… Juan.
Un intercambio de miradas cruzan los científicos. Uno de
ellos le toma las manos.
Recuerda, eres Felipe… Felipe-
Juan…Felipe…. Felipe- les dice, mientras sonríe.
Felipe.
Salen de la habitación orgullosos por el éxito de su nuevo experimento.
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