JUNIO
El
invierno llegó en junio, se hizo notar el primer día, cuando una lluvia fina y
helada fue mojando el pasto, y los animales en el corral se juntaban para
mantener el calor en sus cuerpos.
Nada
hizo detener a Juan esa tarde, con paso firme y seguro se fue al pueblo. Miró
la hora y entró al café. Se sentó y aguardó, mientras le latía el corazón, como
creciente de verano arrastrando piedras de la montaña.
Y
ella entró.
Entró
como brisa tibia en primavera. Y no salió más de su corazón.
La
mañana corrió su velo de nubes en el cerro, y un sol iluminó las paredes
atravesando los finos hilos de la cortina blanca. El ruido terminó de
despertarlo.
Acostado
en la cama, y con los ojos cerrados imaginaba la escena por cada sonido que
oía.
La
veía cortar el pan lentamente y ponerlo
en el tostador, luego colocar la yerba
en el mate, mientras vigilaba que no hierva el agua en la pava.
Su
voz lo trajo a la realidad.
Abrió
los ojos y la vio parada entre el marco
de la puerta de su dormitorio. Sus cabellos recogidos, oscuros; y una sonrisa
amplia que invitaba a besar los labios que la producían. Sus ojos dulces lo
envolvían como papel de celofán.
Se
levantó de la cama, fue hacia ella, la abrazó con fuerza, sintió su rostro en
su pecho, la acarició suavemente.
Junio,
invierno… él tiene la primavera en sus brazos y en el corazón.
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