Fluyen las palabras como lava del volcán

jueves, 18 de julio de 2013

ANA Y LA CULPA





ANA Y LA CULPA

Ana  busca en la pared de ladrillos irregulares, quemados algunos, el timbre.
Anochece y sigue parada sin encontrarlo, otra noche más sin conciliar el sueño.
La culpa baila enloquecida de alegría en el cuerpo de Ana. No es culpa de la culpa, la culpa es de Ana que la dejó entrar cuando otro no quiso asumir responsabilidades  y se deshizo de ella, y la tiró, como quien tira una flor, una rosa con espina. Y la mano de Ana se estiró y la tomó.
La despierta en las madrugadas, sin previo aviso, o cuando camina por las calles arboladas de su pueblo. Ana mira a las personas con quien se cruza para ver en sus rostros si se dan cuenta que lleva la culpa encima.
A comienzo no sintió ningún dolor, ni molestia, sólo el sentido de asumir lo que realmente no le correspondía, pero después con el paso del tiempo  algo comenzó a corroer dentro de ella.
La culpa es inteligente, se introduce primero en el corazón de Ana, que se le oprime cuando ve un niño descalzo y ella con zapatos, y piensa que ya no se comprará zapatos. Después pasa a su estómago, que se cierra cuando pasan imágenes de gente pobre revolviendo tachos de desperdicios, buscando sobras que se han tirado, y comienza a comer menos. La culpa  se le instaló en su consciencia y se reprocha cada cosa que hace mal, o se equivoca al tomar una determinación. Cuando llega tarde o no puede ir a algún lugar.
Ana se fue encerrando. Cerrando cada día más, hasta que en su pecho casi no le entraba el aire, y en ese último intento de inhalar sintió, un aroma diferente, y casi arrastrándose fue hacia esa pared de ladrillos irregulares, quemados algunos y comenzó a tantear, hasta llegar al timbre. Lo encontró  apretó fuerte y sonó. Primero se sobresaltó, al segundo volvió a apretar ese botoncito negro y una voz inundo el ambiente, esa voz que salía de su interior  le decía que matizara su vida con colores. Que nada era  blanco o negro, y muchas culpas tomadas, no eran suyas. El tercer timbre que resonó fue con dos letras que se estamparon en la pared, iluminaron su cielo, dos letras mayúsculas que formaron una palabra que ella  la repitió, primero muy despacio, con miedo por lo que podía suceder. Como nada cambió la dijo más fuerte, una vez, dos veces, tres veces…. n o… NO…NOO…NOOO… y el aire le entró a borbotones en sus pulmones, y se colorearon sus mejillas de un rosa tenue, y una sonrisa… una sonrisa  sublime se apoderó de su cara. Y la culpa salió expulsada como una bala de cañón.

Ana hoy reparte responsabilidades y si algo no puede solucionar cierra la puerta para que no vuelva a entrar la culpa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario