Fluyen las palabras como lava del volcán

miércoles, 3 de julio de 2013

EL LEÓN




EL LEÓN

La vio, pensando que era indefensa, se fue acercando lentamente. Agazapado, casi arrastrándose caminaba con sus ojos fijos hacia ella. Aroma a inocencia, de su cuerpo emanaba y el viento se llevaba hacia su nariz. Olfato de león en celo lo percibió. Paso a paso sigiloso, disimulado entre la multitud  y la jungla de ladrillos y cemento. Ella distraída entre los colores deslumbrantes de tiendas y luces consumistas, absorta, libre de pensar en riesgos  periféricos y medianamente lejanos a su vista. Ilusa, pensó, fantasiosa mujer romántica, utópica risueña de cuerpo solitario sin otra sombra que la acompañe. Llenó su pecho de orgullo imaginando a su presa rodeada por sus brazos y su boca lamiendo su piel, devorándola gustoso, agitado. La pensó entre sus manos, la dibujó en el aire, la diluyó en deseos profundos. Y hacia su figura se encamino más resuelto que nunca. Sería  solamente de él, entretenimiento de cuerpo sin emoción.  Se precipitó leve, ingenioso y ella lo miró. El tiempo se disgregó en minutos efímeros que recogieron miradas, aromas, fuerza y delicadeza, hombría y femineidad. El espacio se tornó absoluto, y la nulidad se retiró sin preámbulos. La fuerza animal ganó la batalla, pensó, la dama sumisa reposará entre mis sábanas.  
La noche dialogó con la madrugada cuando vio a un hombre sentado en un banco de plaza malherido sufriendo por la presa quimérica que enamoró a su corazón y se fugó.


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