JUAN Y LA NADA …
Juan tiene una casa bordeada de
rosales, una enredadera con hojas verde oscuro se retuercen en la reja tratando
de asfixiarla inútilmente, un auto y dos perros marrones raza PERRO!!
Juan tiene un trabajo muy
tranquilo. Bajar carpetas archivadas para buscar expedientes que le solicitan
los abogados. Se levanta todas las mañanas, se baña, afeita, se coloca la crema protectora en sus manos, y se viste. Su mirada celeste, celeste
nostalgia la que despiden. Sus labios carnosos se aferran uno a uno para no
lanzar el grito que lleva dentro.
Sale lentamente, casi encorvada su
espalda. Le pesan las amarguras, casi tanto como el portafolio que sostiene su
mano izquierda.
Se sienta en el bar, toma el
diario, abre la sección política, se esperan cortes de ruta… paro de transporte
de media y larga distancia… Un sobrecito de azúcar será suficiente para la taza
de café, y con esa medialuna estará desayunado. Los minutos contados para
llegar a la parada de colectivos…. No hay colectivos hoy…. Vuelve a su casa…saca
el auto de la cochera…llegará mas temprano al trabajo.
Celeste nostalgia despiden sus
ojos.
Estaciona en el reservado, tuvo
suerte, todos han venido con sus autos. El edificio, imponente gris de puertas giratorias lo atrapa, lo gira y
absorbe hasta su recinto iluminado por tubos fluorescentes. Resaltan plateados
sus cabellos grises.
Juan, empleado público.
Juan huele a perfume Avon, que se
mezcla con olor a humedad y encierro. Descuelga el guardapolvo azul y se lo
coloca, abrocha uno a uno los botones azul oscuro. Sus manos irritadas y
lastimadas por el polvillo de los carpetones viejos piden a gritos guantes para
ser protegidas pero no hay presupuesto para guantes.
Pasan los minutos en una sucesión
de movimientos subir la escalerita, mirar la fecha tomar la caja, bajar, buscar
la carpeta, entregar el expediente, subir la escalera guardar la caja en su
respectivo lugar. Todos los días, todas las semanas, doce meses, salvo
feriados, paros o las vacaciones.
Celeste nostalgia despiden sus
ojos.
Son las seis de la tarde, mira el
folleto de turismo que le entregó el delegado del sindicato, lo dobla en cuatro
y coloca en el bolsillo derecho de su pantalón de jean, en una hora y media
llegará a su casa. Guardará el auto en
la cochera. Los perros le moverán la cola. Abrirá la puerta y la nada lo
recibirá como siempre.
Celeste nostalgia despiden sus ojos
celestes.
La nada lo envuelve, lo lleva hasta
su dormitorio le cierra los ojos con un beso y le hace el amor.
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