Fluyen las palabras como lava del volcán

lunes, 8 de julio de 2013

JUAN Y LA ESCALERA




JUAN Y LA ESCALERA

Juan se detiene antes de cruzar la calle, el semáforo le impide seguir. Mira el reloj en su muñeca, malla negra de cuero y esfera plateada.  Luz  verde,  sigue…
Luz verde, luz amarilla luz roja. Limites diarios que nos hacen detener,  prestar atención o seguir seguros.  Son las luces las que delimitan nuestros deseos y realizaciones  piensa Juan, mientras sube los escalones porque el ascensor no funciona.
Tres pisos hacia arriba, vivimos encarcelados libremente entre conceptos  honestos, decentes, mientras los deseos fuera de esos términos son contenidos.  Domados como potros a gusto de la sociedad. Faltan dos pisos más, sigue pensando Juan.
Hace calor en ese caracol  escalonado, es la serpiente el inocente  deseo o son los ángeles los demonios que  maliciosamente   clavan las flechas de lo censurado, ilegal o contraindicado. Si los conceptos fuesen cambiados y al orden llamaríamos caos,  la vergüenza de la desnudez sería admiración de formas, y las ropas velos imprudentes. Cuatro escalones más el descanso piensa Juan.
Ultimo piso, y llega a su oficina. El bien y el mal, si -  no, blanco -  negro, delimitan,  quién más que nosotros y nuestras estimaciones prenden el semáforo, alertan los sentidos, la lógica trayectoria desde la infancia nos guiña y hace sonar la sirena de la atención. Permitirnos arco iris, romper con un trueno y partir el cielo, dividir el celeste con la negra noche y concedernos  ver estrellas sin por ellos nos demanden por transgresores. Juan abre la puerta.
Juan abre la puerta a sus deseos. Vence al qué dirán.


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