Fluyen las palabras como lava del volcán

sábado, 9 de noviembre de 2013

LA CAMISA







LA CAMISA

Si pienso…  lenta la razón buscará una respuesta, examinará los alrededores, inventará heridas, imaginará caídas, ordenará ponerme de pie.
En ese lapso casi eterno, el tiempo adormecerá los sentidos y el  dilema  jugará  con la decisión espontanea.
Pero si la  emoción  enérgica se apodera  de mi cuerpo, vencerá  al pensamiento, paralizará  a la razón y actuará  rápido, veloz, instantáneamente.

El alma se llenará de vigor  y quitará la camisa que dejaste antes de marcharte.

martes, 5 de noviembre de 2013

MADRUGADA






MADRUGADA
Y me desprendo lentamente de un hoy que quiso se mañana y se quedó en el ayer.
Veo pasar lentamente minúsculos pedacitos de vida, otros más grandes ruedan pendiente abajo tratando de llegar a destino, utopía quebrada por el grito pasado. Se desliza sin sonido y el hueco de la vida no lo puedo llenar con nada.
Vacío va quedando, mi sombra primero. Mi cama después. Le siguen mis brazos ausentes de abrazos eternos y alocadas volteretas. Tus sueños se perdieron tras dos ruedas que giraban hacia el destino contrario, mis sueños se quedaron clavados entre patas y alas.
Dónde están hoy las ilusiones y los temores?
Las risas y los cantos?
Las luchas y los deseos?
La ficción atrapo la realidad, la devoró sin lástima, sin permiso, a su antojo. Y me devuelve en esta tarde balanceándose en el aire, una pluma blanca y el último graznido como pidiéndome un perdón que aún espero y no ha llegado.
Y el dolor sigue golpeando como tambor.
Quiero arrancarme el dolor, y no puedo. Busco las palabras que la sanen y no las consigo. 
Ese por qué negro y la equivocación gris vienen de la mano, bailando una daza mórbida, que contamina el aire, lo espesa hasta hacerme arder los ojos. Oprimirme  la mente confundir mis pensamientos.
Y el grito. Ese grito que solo yo oigo, y esa mano, mi mano que se estira para atrapar el último recuerdo, la última partícula de viruta, antes de ser barrida y colocada en una bolsa de residuos.
Pero el egoísmo atrapa la mente y no deja ver el deterioro del amor. La sequía de sentimientos deshidrata una espiga que había resurgido en el desierto de la gran ciudad.
La nube huye, no se aferra a montaña alguna, ni a la playa. No está preparada para convertirse en tormenta. Comodín del espacio terrenal.
Y me quedo con la foto, con mi pañuelo y estas ganas de llorar.
Mañana será otro nuevo día para comenzar a armar.

Enigma.

AMOR INCONDICIONAL







AMOR INCONDICIONAL

Teje y desteje con lana o con hilos de algodón. Una aguja de crochet triple cero o dos agujas gordas de madera lustrosa. Teje ilusiones y sueños como Penélope pero del siglo XXI
Suena el celular con su característico sonido de mensaje de texto. Deja las agujas al costado y lo lee
-Hoy no puedo ir llámame.
Sus dedos rozan la pantalla táctil y las voces se acercan, se funden, se confunden. Kilómetros de amor se unen.
Teje y desteje el tiempo. Ata las horas enhebrando días. Los días unidos hacen pasar otro año.
Y el amor está ahí.
Con su notebook apoyada en las piernas, recostada en la cama, chatea con él.
Despiden sus ojos  llamaradas de pasión, se tocan, se besan. Se acarician en el éter mágico de la virtualidad. Y se recuestan juntos esperando el gran día.
Te llevo a mi pueblo- resuena en su oído.
Busco trabajo y no encuentro- se oye muy triste.
Aquí viviremos- muestra la imagen.
No puedo hablarte no tengo señal.
Hoy no se conectaron, se cayó el sistema.
Y peinan las canas el tiempo y la distancia. Los pies ya no saltan, caminan lentamente. Una mano delgada apoyada en el bastón y una boina tapa el frío en la calva….
Navidad.
El timbre suena en la mañana deja la taza sobre el platito azul, se acerca…la  imagen del portero eléctrico la sobresalta. Tiemblan sus manos por el Parkinson que le dificulta abrir la puerta. Frente a ella él.
Frente a él, ella.
Se licuan, funden, enredan, confunden, se adhieren, unen, se aglutinan en formula sorprendente de años demorados.
Amor incondicional.

viernes, 25 de octubre de 2013

REALIDAD






REALIDAD

Que te quedes, te pedía en noches arrebatadas.
Que te quedes, y tus brazos, amaneceres tibios, me arropaban la piel.
Y te diluías, como transparente polvo de estrellas, en el agua de la vida. Y te buscaba en los mediodías de sol, entre las flores que quedaron olvidadas en el jarrón.
Que te quedes te pedía, silenciosa, mientras mis ojos atrapaban tu mirada esquiva.
Y me tomabas, suavemente, como un cristal pronto a romper, abrigando sueños.
El tiempo como arena, entre las manos se filtraba y me bañabas de amor, mar inquieto, infinito cielo.
Que te quedes te pedía.
Otras caracolas se desvivían por tu espuma, y tu rebelde fuerza danzaba entre mi amor y medusas.
Una noche serena, te deslizaste muy cerca, la luna marcó tu sombra, mis manos en vano persiguieron tus formas.
Monté al caballo , hinqué mis talones a sus costados, enfurecido corrió llevándome hacia el olvido.
Superé la pendiente del destino, salté hasta el infinito abismo; caí rendida ante  la realidad manifestada.

Que me quede me pedías... tu voz en la lejanía.
Sangra aún mi herida.



martes, 22 de octubre de 2013

EL GRAN HOMBRE PEQUEÑO





EL GRAN HOMBRE PEQUEÑO.


La mentira atravesó como jabalina envenenada la credibilidad. De un salto se apoderó de un cuerpo que no le correspondía, se hizo fuerte al vencer su inocencia, y sin darse cuenta él, quizás, fue creciendo a pasos enormes, como gigantes de las montañas andinas. Y el hombre, enorme antes, fue decreciendo de tamaño, hasta quedar pequeño, y grande su mentira.
Juan está en ese rincón del sillón, tapizado en tela  azul con rayas en raso gris plomo, su rostro sombrío, no refleja más ese brillo particular que despedían sus ojos chispeantes  marrones. Turbios hoy, surcado por finas líneas. Su frente amplia marca la preocupación de no poder vencer a  quien se apoderó de él. Inútilmente pide respuestas a sus preguntas, ella gana en segundos y hace relucir  su réplica, otra mentira. Y cada vez más pequeño queda, el hombre grande.
Su mirada busca las de ella, suplicando el perdón que no sale de su pequeña boca. Y quiere tomar su mano,  acariciarla, como en otro tiempo. Pero ella la retira al descuido, no sabe ya quién la acaricia, si él o su mentira.
Se levanta lentamente, le pesa su espalda, y sus piernas  arrastra con dificultad. Juan camina hacia el portón de algarrobo, corre el cerrojo, entreabre y sale hacia la calle, un remolino lo envuelve en una fina tierra impalpable, se mete en sus ojos y caen las lágrimas.
Vuelve a cerrar el portón, ella queda parada, se apoya en el farol del jardín tristemente, y mira como se marcha.
Tras las lágrimas una mueca semejante a sonrisa marca el  rostro de Juan, es la mueca de la mentira que ganó la partida.
Juan perdió la posibilidad de ser feliz.



miércoles, 2 de octubre de 2013

BESOS FALLADOS





BESOS FALLADOS


Abrí, capullo rosado, mi boca y lancé deliberadamente un beso que partió raudamente hacia destino.
Saludó en su corto recorrido al aire que lo impulsaba, dejando un trazo fino sabor a frambuesa.  Las nubes retuvieron sus gotas para dejarle paso, y luminoso el espacio se abrió para que llegue sin contratiempos y más rápido.
Agazapado, un silencio malo estiró sus manos, miró con ojos nefastos y al pasar justito a su lado… resonó un crujido que cortó el aire tibio, volviéndolo en gris y frío. Un sonoro ruido hizo desviar al cariño, dividió sin piedad al beso que llegó a ti faltándole un trocito.
Beso fallado tengo, me dijo al recibirlo!!!
Abrí mis labios y  apoyé mi boca sobre su boca, sin dejar espacio alguno para darle ventaja  al envidioso silencio, y  me quiera  malograr el beso.
No fue estrepitoso, ni rimbombante…  suave sí, hasta casi sosegado, tan tierno que al instante había sido devuelto,  con una mezcla de deseo acalorado que nadie puede decir que fueron esta vez besos fallados.


sábado, 28 de septiembre de 2013

JUNIO








JUNIO

El invierno llegó en junio, se hizo notar el primer día, cuando una lluvia fina y helada fue mojando el pasto, y los animales en el corral se juntaban para mantener el calor en sus cuerpos.
Nada hizo detener a Juan esa tarde, con paso firme y seguro se fue al pueblo. Miró la hora y entró al café. Se sentó y aguardó, mientras le latía el corazón, como creciente de verano arrastrando piedras de la montaña.
Y ella entró.
Entró como brisa tibia en primavera. Y no salió más de su corazón.
La mañana corrió su velo de nubes en el cerro, y un sol iluminó las paredes atravesando los finos hilos de la cortina blanca. El ruido terminó de despertarlo.
Acostado en la cama, y con los ojos cerrados imaginaba la escena por cada sonido que oía.
La veía cortar el pan lentamente  y ponerlo en el tostador,  luego colocar la yerba en el mate, mientras vigilaba que no hierva el agua en la pava.
Su voz lo trajo a la realidad.
Abrió los ojos y la vio parada entre  el marco de la puerta de su dormitorio. Sus cabellos recogidos, oscuros; y una sonrisa amplia que invitaba a besar los labios que la producían. Sus ojos dulces lo envolvían como papel de celofán.
Se levantó de la cama, fue hacia ella, la abrazó con fuerza, sintió su rostro en su pecho, la acarició suavemente.

Junio, invierno… él tiene la primavera en sus brazos y en el corazón.

PACIENCIA








PACIENCIA

Inesperadamente me veo invadida por la Paciencia. Mis piernas, doble proyección de mi cuerpo, se niegan rotundamente a obedecer mis pensamientos.
Una implosión silenciosa, desgrana en miles de moléculas las ideas reinantes. Chocan entre si dentro de mi mente y en vano puedo ordenarlas.
Paciencia.
Me despego de ausencias y diluyo la última gota que quedaba en el borde de mi párpado izquierdo, en el hueco de mis manos, llenas de agua perfumada.
Frente a mí, el espejo.
Frente al espejo yo.
Frente a frente.
Y en  ese silencio reinante solo lo rompe mi voz. Te extraño.
Espontáneamente la paciencia toma mi mano, y toca la mano del espejo, fría. Sonríe mi reflejo.
Una a una las moléculas de ideas van adquiriendo su forma original. Vuelvo a ser yo misma.
Brillan los ojos duplicados frente a mí, sé que llegarás, convertido en sorpresa, un día de julio, cuando los vientos me peinen con notas húmedas de orillas de ríos.
Paciencia.

LA LUZ






LA LUZ

El pincel coloreó de negro azabache el cielo muy lentamente.
El camino largo, de tierra compacta por días sin lluvia era iluminado tenuemente por una lámpara que distaba de la otra casi 150 metros. Unas casonas viejas de veredas desparejas de ladrillos, eran resguardadas por moreras de gruesos troncos y muchos frutos.
Era noviembre, el calor ya se hacía piel, y como todos los fines de semana, infaltable era la visita a la quinta de los abuelos. Nos separaban de ellos 900 metros por ruta 38, hacia El Portezuelo o, 700 por el camino de tierra.
Ese domingo, volvíamos más tarde, por el camino de tierra, la noche predisponía a la tardanza, y los arrollados típicos de chocolate y nuez de mi abuela checoslovaca fueron motivo más que suficiente.
El cielo, sin luna, negro, con motas brillantes que nos titilaban sin descanso, y nuestras risas, rebotando entre los caserones sospechosamente sin un perro que se lanzara a nuestro encuentro, tratando de silenciar nuestra algarabía, hacían una vuelta juvenil hacia nuestra casa.
Era el contraste con los caserones de la izquierda, un cañaveral, cerco colindante, entre el campo que nunca había sido  trabajado y la calle, del lado derecho de  nuestro retorno.
Fue en un momento indeterminado, cuando el ruido se hizo presente precisamente  de ese lugar. Nos sobresaltamos, colocándonos en guardia para recibir los ladridos de un cuzquito intolerante poniendo  orden a nuestras risas noctámbulas.
Al unísono nos dimos vuelta para enfrentar al perro pero no... la vimos: redonda, casi del tamaño de un melón de miel, brillante, moviéndose al ras del suelo entre el cañaveral, flotando y casi diríamos silenciosa…LA LUZ.
Nuestros corazones comenzaron a galopar, como nuestros pies, mientras mirábamos de reojo esa bola brillante que nos seguía, por no decir perseguía.
Mayor velocidad tomaban nuestras piernas, mayor velocidad tomaba LA LUZ que a las  claras se notaba  quería alcanzarnos.
Distanciaba más de 100 metros para llegar al farol de la esquina, tomados de las manos, como para no separarnos, y entre la oscuridad corríamos acechados con  la misma rapidez por ella.
Un sudor frío nos iba invadiendo  cada vez más profuso, solo faltaban unos metros para que el campo terminara en el caserón de adobe y puertas pesadas, que años atrás había sido abandonado, y ahora invadido por telarañas, doblamos la calle no sabemos cómo, y ella, LA LUZ desapareció, como nosotros, corriendo alocadamente, hasta cruzar la ruta y entrar en nuestra casa.
Relatamos lo sucedido a nuestro padre, que nos miraba serio, y su dictamen  fue  que un  chacarero con linterna nos había hecho una broma.
Por la mañana, fuimos los cuatro al lugar.
Ningún vestigio de pasto pisado, de caña rota.
Ninguna marca o evidencia de presencia humana en el lugar en que había aparecido LA LUZ.
Volvimos, taciturno mi padre, asustados nosotros aún.
En las semanas subsiguientes, para llegar a la quinta de mis abuelos lo hacíamos por la ruta 38.
Había llegado a nuestros oídos, que solía aparecer en noches azabaches, sin luna y con motas brillantes que titilaban,  la Luz Mala  en ese campo que nunca fue arado, ni sembrado, con la casona centenaria  abandonada haciendo esquina.

JUGANDO CON EÑE






JUGANDO CON EÑE

Me desperté un invierno de mañana helada, el agua como cristal de bohemia había formado un sinfín de gotas transparentes, estáticas. La cabaña presentaba unos colores añil, cuando los rayos partían oblicuos desde el cielo. Los leños encendidos  entibiaban el ambiente. Niñez  entrañable vino a mi memoria, cuando las llamas agrandaron su tamaño y me vi con mi ñata pequeña, empañando el vidrio de la ventana, los cañaverales  acompañándose en suave vaivén cuando daba su contraseña la brisa inquieta. Aroma a buñuelo circuló por el aire, la pañoleta de mi madre rodeaba su rostro trigueño, y sus manos, añosas, colocaban dentro de una bruñida fuente, dorados esponjosos bollitos sabor a vainilla. Un puñado de moras se maceraba en añejo licor, aliño para tamaña dulzura. Como olvidado, el ñandutí descansaba en el respaldo, entre algunos hilos enmarañados, cintas y cobijando a una muñequita de trapo de trenzas de lana amarilla. A lo lejos  veía a Manuela, esa yegua  mañosa quinceañera, de crines largos, pedigüeña cuando nos veía caminar entre los viñedos  y racimo de negras uvas en las manos, a un guiño salía al trote, saltando bajos peñascos  y relinchando como la mejor. El ñandubay nos daba su sombra en tardes acuñadas de alegrías y de pronto un canto de ruiseñor me trajo a la realidad.
Atrás había quedado la niñez, las piñatas, moños y leña. El bañado, su castaño, y la cigüeña. Los ñoquis domingueros, cumpleaños felices, garrapiñadas…

La guadaña escondida tras las sombras, mientras yo, con una copa de coñac engaño su hora.

EL SILLÓN





EL SILLÓN

Sin esperar respuestas, la ausencia se acomoda en el sillón verde musgo. Silencio acuna nostalgias y cerrado el ventanal, la salida es una aventura cuasi imposible.
El abrazo, tímido, se guardó entre las sábanas, el beso bajo almohadas con aromas a tilo. Las paredes impregnadas de pasiones nocturnas,  chorrean lastimosamente  minutos pasados.
Mis ojos buscan  lo que mi mente sabe, no está.
Sube peldaño a peldaño la ansiedad, ácida  corrosiva. Llega hasta mi mejilla y me cachetea para que entre en razón. Cuando siento el golpe,  que deja ardiendo mi piel, corro hasta el pasillo de la vida, esperando encontrar la llave  que destrabe la puerta.
Imposible.
Imposible?
Miro el sillón verde musgo.
Vacío.
Tu amor es la lejana esperanza de sacudir  las sábanas y levantar la almohada. De lavar las paredes,  de encontrar la llave.
Desamor hoy toma la mano, negar la verdad, por cobardía, o conveniencia.
Vivir entre la espera insustancial sin avanzar, y quedarse con un gris obsoleto.
O mentir, mentirse, mentirme.
O negar, negarse, negarme.
El sillón verde musgo se ve cómodo.
La lástima amontonada en un rincón, aguarda ser barrida.
Lenta, muy lentamente la verdad me dice la verdad.
Miro el sillón verde, acomodada la ausencia descansa.
Cierro los ojos.

Me miento lo que ya se, surge  una sonrisa mal pintada, brillan mis ojos, lágrimas ocultas.

EL TIEMPO PASA INADVERTIDAMENTE






EL TIEMPO PASA INADVERTIDAMENTE.


El negocio de antigüedades últimamente no andaba bien, pensaba el comerciante. Si pudiera vender algo sería un milagro. Las deudas se iban amontonando, y habían días en que no entraba gente ni para preguntar algo.
La cosa había cambiado desde que le trajeron ese reloj a cuerda tan antiguo con dos campanitas que sonaban, como viejas chicharras, cada vez que le subían el dorado botoncito de bronce, ubicado justo en medio de las dos bronceadas campanillas. La gente comentaba que estaba embrujado, y hasta quién decía que traía desgracia, para quién lo poseía.
Él era de no creer en esas cosas, habladurías, digamos, pero que las cosas cambiaron, cambiaron, había que reconocerlo... desde que llegó a su negocio.
Si lo pudiera vender... Se decía una y otra vez. Pero todo era inútil, seguía ahí expuesto en la gran vidriera que tenía el negocio.

Eran las 6,30 de la mañana y un grito aterrador invadió el espacio, todos los que lo oyeron se sobresaltaron, absolutamente todos. Rápidamente se vio como algunos abrían sus ventanas, y los más osados salieron a la calle para comentar qué habría sucedido. Los que ya estaban afuera vieron pasar corriendo a una anciana. Solamente a una anciana. Que encorvada, de largos y grises cabellos y como podía, corría alocadamente calle abajo.
Nadie la conocía. No sabían quién era. Pero todos pensaron por un minuto lo mismo, ¿dónde iría esa pobre viejecita tan alterada, a esas horas de la madrugada?

Hacía mucho tiempo que no se despertaba antes de oír ese sonido insoportable, el de esa chicharra maldita que le avisaba que ya eran las 6,30 de la mañana. Esta vez le ganó al tiempo, y a la chicharra de ese reloj antiguo que había comprado hacía casi un mes. Con regocijo bajó el dorado botoncito- esta vez no sonaría- solamente se sentía el tic tac, pausado
de ese mecanismo que marcaba el tiempo. Su tiempo y el de los demás. Tic tac.
Hoy se quedaría unos minutos más disfrutando del calor de las suaves sábanas. Tic tac, tic tac se detuvo de contar cuando sintió el ladrido alegre del perro de la vecina. Lo hacía todas las mañanas, cada vez que lo soltaba a la calle, él sí que saludaba al nuevo día. Empezó a contar de nuevo tic tac, tic tac, uno, dos, tres, y siguieron los números, siguió el tiempo pasando.


Se abrió la puerta del negocio de antigüedades, y vio entrar a una joven. Una clienta, suspiró el anticuario. Espero tener suerte hoy, pensó. Con la mejor sonrisa saludó a la joven, y cuando sintió las palabras de ella, no lo podía creer. ¡Preguntaba por el reloj de bronce! Ella había visto en la vidriera el reloj antiguo y le parecía adecuado para su dormitorio, junto al velador de bronce, sobre la mesita de roble, con un hermoso mármol azul celeste, heredado de su abuela. Cuando preguntó el precio no le pareció muy costoso. El anticuario respiró aliviado, una venta, después de tanto tiempo... y esa venta era el reloj.
Al fin alguien se llevaba el reloj.

Realmente no sabían que había pasado. Ese grito desgarrador había quedado flotando en el aire y en los oídos de todos los vecinos. Un perro que justo en ese momento estaba ladrando en la calle, se metió corriendo dentro de la casa, temblaba asustado, con los pelos del lomo erizados.
Por la mañana los vecinos que se reunían comentaban asombrados y a la vez atemorizados, y  recordaban la historia había pasado nuevamente, ¿sería posible que otra vez?...
Un viento frío comenzó a soplar y los vecinos regresaron a sus casas murmurando por lo bajo... otra vez.... ¿otra vez había sucedido lo mismo?

Dejó de contar el tic tac, prendió la luz del velador de bronce, sintió un frío en el aire, era raro, estaban en pleno verano. Se levantó, creía que ya fue suficiente el tiempo que había permanecido de más en la cama, apoyó sus pies en la alfombra y sintió sus piernas cansadas y muy pesadas. Qué raro, no había ido al gimnasio el día anterior.
En la tenue iluminación de su habitación, comenzó a peinar sus negros cabellos, cortados en un perfecto carré. No terminaba de pasar el peine por ellos, era como si le llegasen hasta el suelo. Quiso mirarse en el espejo grande que tenía en el otro extremo, debió apoyarse en el bastón, recuerdo de su abuela; su espalda no quería enderezarse.
Se paró como pudo frente al espejo, encendió el velador grande y en el espejo vio reflejada la imagen de una anciana, sus largos cabellos grises, brillaban bajo la luz de la lámpara, de espalda encorvada, vestía con su mismo camisón de seda rosa.
Un grito desgarrador salió de su garganta y el de la imagen de la anciana. Abrió la puerta de calle y salió corriendo.
Era una pesadilla.



Desde que vendió ese reloj antiguo las cosas cambiaron. Habían pasado varios años, las ventas en ese tiempo aumentaron y el negocio prosperó muchísimo. Se había convertido en el local más prestigioso. El dueño de las antigüedades se preguntaba una y otra vez si podría ser cierto que ese objeto, habría estado embrujado o no. Era para pensar, pero por suerte esa joven se lo llevó. ¿Qué habría sido de ella? ¿Le habría ocurrido algo? La verdad no le importaba, ya había pasado muchísimo tiempo; ¿cuánto? No lo recordaba, pero era mucho. Ahora se vendía bien, mejor que antes.

Se abrió la puerta del negocio y entró una viejecita de cabellos grises y espalda curvada como luna en cuarto menguante, caminaba pausadamente, apoyada en un bastón. En la mano libre traía algo envuelto en papel, lo desenvolvió y ofreció al anticuario, que con asombro, vio que era el mismo reloj antiguo que había llevado tiempo atrás la joven. Con mirada suplicante la anciana se lo quería vender a bajo precio. Hasta dejarlo sin recibir nada a cambio. No lo quería más. El anticuario titubeó, no sabía qué hacer. Vio el rostro de la anciana, y al levantar la vista vio su propio rostro reflejado en el espejo; y tomó la decisión.


Fue pasando de generación en generación, el pueblo sabía del maleficio, lo comentaba en voz baja. No querían hablar de él.
Cuentan que muchísimo tiempo atrás había aparecido un anciano que traía un antiguo reloj con botón de dorado bronce, y quién lo bajara para no sentir las campanillas, el tiempo le pasaría inadvertidamente en su cuerpo, y tan rápido que cada tic tac, serían meses, años quizás... transcurridos envejeciendo sin notarlo, sin darse cuenta de ello. A él se lo había entregado unas gitanas, como pago de un trabajo. Y después que se cumplió el maleficio fue a la tienda de gitanos buscando una respuesta a tanto suplicio. Ellas le explicaron la verdadera historia de aquel misterioso reloj. Nadie sabía cuándo llegaría el final de ese maleficio, solamente las gitanas y él.
Estaba escrito en algún lugar.

En la oficina estaban preocupados, nada se sabía de la joven recepcionista, una mujer muy bonita de rostro redondo, enmarcado por negros cabellos cortados en un perfecto carré.
Siempre había sido muy puntual para sus tareas, pero de un día a otro, y sin avisar, no había vuelto más.
Los días pasaban y a los empleados les llamaba la atención, la presencia de una anciana que caminando lentamente apoyada en un bastón, cada mañana se paraba frente a la puerta y los miraba tristemente. Veían en esos ojos, un brillo especial, conocido, mientras unas lágrimas le corrían a la anciana, por sus arrugadas mejillas.
Era muy parecida a la joven recepcionista. Algunos se arriesgaban a decir, que quizás era algún pariente, hasta quien comento que sería la abuela de la joven tal vez. Pero ella nunca entró en la oficina, y nadie se atrevió a preguntarle nada a ella.

La vidriera del negocio de antigüedades exhibía un reloj antiguo con un botón de dorado bronce y dos campanitas.
El joven matrimonio pensó que era justamente lo que estaban buscando desde hacía tiempo, para colocarlo sobre la lustrosa madera de su hogar. Ya se imaginaban como brillaría, cuando en las frías noches de invierno encendieran el fuego. Sería delicioso sentir el tic tac, más el crepitar de los leños quemándose.
Abrieron la puerta y entraron, el anticuario, un viejecito amable, los atendió, pero ante el pedido de esa antigüedad, el viejo reloj, oyeron asombrados que no estaba en venta.
Salieron desilusionados, no lo podían compra y no entendían el porqué de la negación.
Una sonrisa apareció en el rostro cansado del anciano. Detrás de la cortina meciéndose en un sillón, una anciana de espalda curvada como luna en cuarto menguante, sonrió también, agradecida, recién había llegado de su rutina diaria, ir caminando hacia la oficina donde había trabajado y mirar a los empleados, los que habían sido sus compañeros.
Pronto morirían, pensaban los dos ancianos, estaba escrito, y junto a ellos, dejarían el testamento de que nadie podía quedarse con aquel reloj. Y lo que sí tendrían que hacer era enterrar el reloj antiguo de botón de dorado bronce, y dos campanitas, junto a sus cuerpos. Sería el final del maleficio.

El final que estaba escrito dentro de las dos campanitas del antiguo reloj.



jueves, 29 de agosto de 2013

JAZMÍN



JAZMÍN


Como aferrándose a una juventud que ya había partido, la esperaba todas las siestas, sentado pacientemente en un silloncito de mimbre marrón claro, manchado de oscuro en el apoya-manos. En ese lugar donde sus manos arrugadas, se asían fuertemente, hasta quedar con los nudillos blancos.
Y tenso, esperaba.
Sus ojos cansados y tristes, miraban hacia la calle, el reloj en su muñeca marcaba la hora, una hora que se presentía, que ya no alcanzaba a percibir.
Ella era su sol en el ocaso de su vida. Ya la sentía venir, distinguía sus pasos, su taconear firme y el menear de su cuerpo al pasar. Y el perfume que inundaba la siesta. Era ese sublime momento, que aparentaba quedar suspendida en el aire.
Era el instante mágico, en el cual él quería atrapar toda la juventud. En ese efímero segundo ella, giraba dulcemente su rostro, y brindando una tierna mirada, lo saludaba alegremente, con una sonrisa franca. Él levantaba su mano cordial restituyéndole la cortesía.
Eufórico, disfrutaba de ese rostro cantarín. Y de pronto, como si una juguetona brisa la envolviera, ella desaparecía tras el gran jazmín. Era suficiente ese tramo para devolverle al anciano la alegría a sus ojos, y sin que nadie advirtiera, las lágrimas se arremolinaban, y una que otra incontrolable, se deslizaba por sus mejillas surcadas por el tiempo y soledad centenaria.
Su secreto. Era su secreto, nadie lo sabía, nadie lo presentía.
Una noche, una luna plateada entró por su ventana...
Como todos los días de la semana, a la siesta, caminaba hacia el lugar de siempre.

Lo había descubierto un día, en que la amargura se instaló en su corazón, y se alegró de encontrarlo. Cada día como un rito casi sagrado, saludaba a aquel abuelo, como agasajando una época pasada. Nadie lo sabía, era su secreto. Era para ella la bondad reflejada en los grises cabellos, y, en la mirada añeja, la protección, junto con los consejos no hablados, presentidos que la acompañaban hasta terminar el día, e iniciar uno nuevo, que ignoraba como se manifestaría.
Una tarde, como presagiando la ausencia, su andar se tornó tembloroso, y al llegar hasta la casa, vio con tremendo dolor, que el silloncito de mimbre marrón claro se encontraba vacío. Sus ojos se ensombrecieron, y el sol como augurando desgracia, se ocultó tras las nubes.
Siguió luego de la ausencia y el dolor de lo irreparable el reproche. Tantas veces le quiso hablar, y tantos fueron los silencios que los acompañaron. Ya nada quedaba, solamente un silloncito solitario vacío.
Del por qué, se preguntó una y mil veces, pero actualmente era tarde, nadie respondería ahora.
Una noche una luna la miró diferente.
Y la noche con la luna le presentaron una nueva estrella, que la observaba y la seguía desde lo alto. Y, enviándole unos guiños cómplices, le hacía saber que desde allí siempre la escoltaría.
Nadie lo sabía, solamente ellos, unidos entre el cielo y la tierra por un arco iris de estrellas.
Y en una siesta calurosa de verano, se atrevió con su tierna mano cortar un jazmín blanco de la casa del anciano, y lo guardó hasta que, seco ya, perdió el blanco puro de su color, tornándose marrón claro, como el mimbre del silloncito vacío.

Todavía está en un estuche de cristal protegiendo un recuerdo querido, como se custodia tiernamente el respeto y la amistad.

sábado, 24 de agosto de 2013

HILOS DE PLATA





HILOS DE PLATA

Me abraza con hilos de plata tejiendo en el vacío que la ausencia deja, la tela que me abriga.
Entregada a ella, la tibieza invade de sur a norte el interior roto y helado.
Susurros van soldando pieza por pieza y mi cuerpo desierto inicia su forestación.
Nuevo dedo, rama noble; luego otro mis brazos, ramal frondoso. Se abren y cierran.
Recrear el movimiento al son de la corriente afectiva, alargarlos hasta llegar a tu gloria.
Un pimpollo emerge  en la terminal de mi cara, y la boca estalla primavera gozosa.
Ojos brillantes juegan con tu mirada, mis piernas, raíces que estallan, se desentierran y corren forjando  mañanas.
Mañanas sin búsquedas innecesarias, solo el sentir crecer desde las entrañas el amor que teje con hilos de plata.


MÁS QUE MUERTE





MÁS QUE MUERTE

Cuando la mañana sea solo recuerdo de creciente devastadora y el cielo, despeje nubes y brille botón dorado en las alturas.
Cuando la nada pueda, todo quede y borre cenizas de olvidos y remembranzas, paralela correrá la sonrisa acompañando etérea, tu cansancio.
Ayeres lúgubres mezclados con claridades amorfas.  Ayeres opacados por desventuras amargas, combinados por trazos luminosos.
Sordos y oyentes, mudos y parlanchines, paralíticos y andantes, se confunden en el mundo sin saber que se contrarrestan. Risas y llantos envuelven el espacio y tu voz prevalece entre tantas.
Agoniza la nada como el recuerdo que se disimula tras una carcajada, baja la marea y la mañana queda relegada a una noche estrellada.
Vida saltos y caídas.
Vida … más que  Muerte

DECISIÓN








DECISIÓN

La boca se cierra en el preciso instante en que la palabra quiere salir precipitadamente de entre los labios, casi ahogada por el silencio.
Encerrada; queda jugueteando con la lengua aguardando a Decisión, para  que abra  la boca nuevamente.

viernes, 16 de agosto de 2013

FUTURO




FUTURO

No vivo el hoy.
No vivo el hoy como si fuese el último día de mi vida.
Vivo cada día con la proyección de un mañana mejor.
No vivo el hoy, como una botella de vino bebiendo todo su líquido bordó… vivo el hoy, como una copa de vino saboreándola cada momento, cada sorbo.
Guardo siempre para mañana, otro trago, y cuando llega ese instante de disfrute  elegir el mejor sillón,  colocar la música que me agrada y volver a saborearla lentamente.
No le tengo miedo al mañana, ni al futuro, por ello proyecto al presente para el más allá. Los conflictos cotidianos los resuelvo con serenidad, es parte de la existencia, no podemos obviarlos. Recluyéndonos en un mundo ficticio, es colocar una venda en nuestros ojos. Salir a la lucha, mezclarnos con el ruido de las calles, llenarnos de sonidos, de luces, gritos, empaparnos del movimiento civilizado, negarlos es retroceder.
Aprendí,  lo que la vida me enseñó muy bien, que el mañana es mejor. Que el día presente tiene esa magia ínfima, que se convierte en pasado en un suspiro. Que lo precipitado se convierte en afabilidad, si así lo deseamos.  
Hoy es un segundo, siempre somos un mañana por vivir, no derrochemos en un solo soplo todo lo que podemos dar.
El ahora es calculador, matemático egoísta y frío, el hoy se aprecia en calma observando sus matices.  Mañana, con lo vivido, le podemos dar otras tonalidades, para quitarle el rotulo de mediocre o rutinario.
El día de hoy es cambiante,  desierto tórrido, o cordón montañoso transitémoslo  con la mejor predisposición, para continuar el largo camino al futuro.
No vivo el momento, lo gozo o lo sufro en un todo diario, me espera un pronto que se, será mejor.
La vida es río fresco y claro que va hacia un horizonte, no laguna estancada de olor nauseabundo.




jueves, 15 de agosto de 2013

EL CUARTITO DEL FONDO






EL CUARTITO DEL FONDO

Juan camina lentamente hacia la puerta del cuartito del fondo de la casa.
Ese cuartito donde se guardan todas aquellas cosas que no se utilizan, según la estación de año que corresponda. En verano, el calefactor eléctrico se reserva hasta el próximo invierno en una caja marrón, pegada con cinta de empapelar para que sirva un año más, las bolsas con las frazadas lavadas de gruesa lana a cuadros rojos y grises desteñidos se acomodan en un armario, los cortinados pesados se envuelven en papel con ramitas de flores de lavanda, las alfombras y cubrecamas de terciopelo, esperarán su tiempo de uso. En invierno, la reposera de caño azul desgastado por el tiempo, las cajas con ropa fresca, la sombrilla a cuadros, la paleta de plástico y red para sacar los inocentes bichos que han caído imprudentemente en la pileta de natación.
Todo lo útil, pero inutilizable esta ahí, en el cuartito del fondo.
Hoy algo le llamaba la atención, ruidos, gemidos, voces.
Ruidos extraños.
Su cabeza comenzó a dar vueltas y su imaginación voló por los rincones de las posibilidades.
Gemidos, gemidos que solamente ella lanza, en noches de pasión.
Ruidos, voces. Alguien está con ella en ese cuarto. Le habla sensual, la provoca, le pide más. Y más.
Ella ríe alegre, jadea, con respiración entrecortada, le pregunta si lo hace bien, si le gusta. Y ríen nuevamente.
Juan esta seguro, ella lo engaña.
Camina sigilosamente hasta la puerta del cuartito del fondo. Cada paso que da, se van aclarando más las palabras que oye. Por su frente comienza a caer una gota de sudor, tiemblan sus manos, en sus ojos se presenta la imagen de ella, desnuda, entregada a esa
voz que él no puede definir de quién es.
Llega hasta la puerta del cuartito del fondo, su mano toma el picaporte, y lentamente lo baja.
Las voces siguen su ritmo, no perciben el descubrimiento de la traición.
Los cuerpos continúan cadenciosos los movimientos sensuales, lo indescriptible estará frente a sus ojos en unos segundos.
Su corazón comienza a latir fuerte, siente el dolor en su pecho, en sus sienes, siente que se ahoga.
Y la voz de aquél que le pide a ella más, que se entregue con más fuerza, con más pasión.
La traición.
La traición se descubrirá frene a su mirada.
¿Que hará ella?, ¿que excusa le dará cuando él esté frente a los dos?
En el armario se encuentra guardada la carabina, los matará sin piedad, como ellos no tuvieron misericordia por él.
Toma de la caja azul las doradas balas y llena el cargador. Lo ubica en su lugar, y camina seguro.
Ya nada le importa.
Perdió en el amor.
Abre la puerta.
Ella se sorprende.
A su lado un extraño.
Sus ojos rojos por la furia, ven entre la niebla del odio y el dolor los cuerpos juntos.
María, con respiración entrecortada por el esfuerzo lo saluda, mientras hace infructuosos movimientos para poder levantar unas pesas, mira al desconocido le pregunta si lo hace bien, el profesor de gimnasia le pide que ponga más pasión, mas entrega.
Juan cierra lentamente la puerta del cuartito del fondo. Y cae al suelo pesadamente.
Su desconfianza terminó.



SUPREMO








SUPREMO

Quizás el horizonte no marque el límite del amor, quizás marque el límite de la tolerancia mutua.
Ayer, el amanecer se marcaba imponente en mi corazón….mi corazón latente, apasionado. Y juré amar hasta lo imposible.
Imposible fue seguir amando lo imposible, lo que no se puede amar cuando se niega a recibir amor.
Amor que dura lo que dura una burbuja en el agua.
Y el agua cae de mis mejillas, agua salada… transparente, silenciosa.
Silenciosa estoy esperando…  tu permaneces ahí… …  la laguna que nos separa se evapora lentamente… nos juntamos…y llueve, crece nuevamente la laguna…..el columpio de la vida.
Vida geométrica, cuadrado perfecto, imperfecta pareja despareja…se unen vértices opuestos…unidos con lados opuestos….lo opuesto reina ante lo imposible…y es en ese momento sublime que nuestros ojos se funden y la química hace su fusión perfecta…explotan los neutrones y nadie ve el experimento terminado…
Solo la noche…cuatro paredes… dos cuerpos…. Exaltación… Y los ojos del Supremo miran hacia otro lado….

Amantes.

ENSUEÑO








ENSUEÑO



Volverás a mí, en calidad de sueño
Una noche azul, perfume almizcleño
embriagará tu voz a mis oídos sin dueño
y veré la mañana coloreada de ensueño

por caminos sombríos se va  mi alegría
en cada amanecer sin tu compañía
la tristeza alejo esperando la noche fría
que entre sopores traerá tu imagen bravía.

Volverás a mí, en calidad de sueño

Me sobresalta el ruido de un trueno. La tormenta se avecina, el viento hace temblar los árboles y se lleva consigo mi inspiración.
Saltan las letras del papel, danzan ante mis mejillas, una lluvia tenue comienza a caer como mis lágrimas.
Volverás a mí en calidad de sueño…pero estoy despierta, y la noche es negra y el perfume que me invade huele a humedad.
Un silencio aterrador parte el ambiente, y tras la puerta del dormitorio, el amor ignora mi presencia.
Miro el teclado de la computadora, las letras se mezclan y solas comienzan a subir y bajar se marcan en la pantalla, como un mensaje sobrenatural, leo… ve hacia la ventana.
Me asombro pero de un salto me pongo de pie y camino hacia el ventanal que da al amplio patio del fondo de casa.
El árbol se mece por el viento, las gotas de lluvia caen finamente y entre esa llovizna percibo una sombra que se mueve. Un frío cortante entra por mi cabeza y sale por mis pies.
El miedo se va apoderando de mí, cuando veo que la mano de ese extraño se levanta y saluda. El viento abre las ventanas me embriaga un perfume almizcleño que invade el ambiente y me marea. Corre hacia mí, y yo sin temor me dejo abrazar por esa figura bravía que me toma por sorpresa. Su voz susurra cerca de mi oído. El viento se aquieta, la lluvia fue hacia otros lugares, se asoma el sol.
Una mañana me espera tan gris como el cruel invierno, y por más que quiero, de nada me sirve vivir entre sueños.